Esta historia comienza cuando un simpático hombre llamado Jordi decide ir a caminar al bosque. Al comienzo del sendero noto algo raro, ya que las otras veces que había ido el camino estaba muy concurrido, pero esta vez no encontró ni un solo ser viviente en varios kilómetros.
Un cosquilleo le corrió por el cuerpo, pero no le dio importancia, el día era tan bonito para caminar que ni se pasó por la cabeza regresar.
Al adentrarse en el bosque, notó que algunos árboles tenían manchas rojas, pero pensó que no sería más que algún fruto que los animales habían esparcido.
Al seguir el camino no encontró nadie caminando, sino que muchos animales salían espantados del bosque. A lo lejos se escuchaban sonidos parecidos a gritos, pero supuso que eran crías jugando.
Luego de varios minutos ya los sonidos que escuchaba no le resultaban tan inocentes y cuando vio una gran bola de fuego quemar un árbol a él, las piernas comenzaron a temblarle y cada paso parecía que caería al suelo.
Cuando pudo darse la vuelta vio un gran dragón que seguía tras él. Sus pasos eran cada vez más lentos y torpes hasta que un precipicio estuvo ante él. Quiso parar, pero fue imposible, cayó varios metros entre ramos y hojas. Cuando pensó que estaba a salvo vio que tenía una herida en el brazo que sangraba mucho.
Luego de varios minutos, que se hicieron eternos, una joven muchacha de frágil aspecto se posó ante él. Con gran seguridad, tapó sus heridas, lo cargó con gran decisión y lo sacó del precipicio.
Jordi estaba tan sorprendido por todo lo ocurrido ese día, que no podía ni hablar. Cuando ya estaba a salvo la muchacha le dijo que se llamaba Ana, y le contó un gran secreto: el dragón era su mascota.
Lo había cuidado desde pequeño y estaba muy bien entrenado, pero ese día unos cazadores lo vieron y el pobre dragón intentaba escapar.
Cuando ya estaba curado, Jordi y Ana se convirtieron en amigos y cuidaron del dragón para que nadie más lo viera y así fueron muy felices.
Autor: Uriel Edat
